CIUDADANOS COMPULSIVOS
Este tiempo que nos ha tocado vivir tiene poco de reflexión y mucho de actividad, que no pocas veces se convierte en un activismo absurdo y agotador, ¡que levante el dedo quien no vaya con hora a todas partes – al trabajo, al médico...hasta cuando sale a cenar con unos amigos -, y siempre con la sensación de llegar tarde!.
En el trabajo, ya no nos conformamos con el propio teléfono del despacho, sino que tenemos que tener el móvil encendido (cuantas veces nos encontramos con el problema de sonar los dos a la vez), y que decir del correo electrónico, hay personas que a duras penas pueden leer todos los e-mails que reciben al día, sin contar con que muchos deben ser contestados, pero es el progreso y tenemos que estar al día, y ya se sabe que hoy para ser alguien tienes que tener móvil, correo electrónico, GPS en el coche y agenda electrónica de última generación, lo cual nos lleva a un ritmo tan trepidante que a más de uno le ha costado un infarto.
Y en casa ¡que contar!, uno llega reventado y con ganas de descansar, se sienta en el sillón pone la tele (hoy día hemos identificado descanso con ver la televisión, ¡que incongruencia!), y empieza la sesión de zapping, en menos de 2 minutos se ha visto 4 películas, 20 anuncios, 3 series americanas, 6 reality shows, 4 documentales y 1 partido de golf, al tiempo de comer deprisa y corriendo un sándwich de jamón y queso. Cuando llega la hora de acostarse, con los ojos brillantes de tanto zapping, esa familia parece una comunidad de zombies.
Al llegar el fin de semana, el viernes por la noche se entra en ebullición, y la familia se prepara para el madrugón del sábado, pues ya tienen asignado su lugar en la caravana consiguiente (de hecho en algunas carreteras ya te dan número de participación) y las 10 horas de “anhelante procesión”, tan esperada por la familia.
Lo malo de todo esto, es que estamos trasladando a los más jóvenes, este tipo de vida que no nos lleva a ninguna parte. Merece la pena que pensemos un poco y nos replanteemos mejorar nuestra calidad de vida, y esta empieza por saber disfrutar de todo lo que hacemos sabiendo porque lo hacemos.
En el trabajo, ya no nos conformamos con el propio teléfono del despacho, sino que tenemos que tener el móvil encendido (cuantas veces nos encontramos con el problema de sonar los dos a la vez), y que decir del correo electrónico, hay personas que a duras penas pueden leer todos los e-mails que reciben al día, sin contar con que muchos deben ser contestados, pero es el progreso y tenemos que estar al día, y ya se sabe que hoy para ser alguien tienes que tener móvil, correo electrónico, GPS en el coche y agenda electrónica de última generación, lo cual nos lleva a un ritmo tan trepidante que a más de uno le ha costado un infarto.
Y en casa ¡que contar!, uno llega reventado y con ganas de descansar, se sienta en el sillón pone la tele (hoy día hemos identificado descanso con ver la televisión, ¡que incongruencia!), y empieza la sesión de zapping, en menos de 2 minutos se ha visto 4 películas, 20 anuncios, 3 series americanas, 6 reality shows, 4 documentales y 1 partido de golf, al tiempo de comer deprisa y corriendo un sándwich de jamón y queso. Cuando llega la hora de acostarse, con los ojos brillantes de tanto zapping, esa familia parece una comunidad de zombies.
Al llegar el fin de semana, el viernes por la noche se entra en ebullición, y la familia se prepara para el madrugón del sábado, pues ya tienen asignado su lugar en la caravana consiguiente (de hecho en algunas carreteras ya te dan número de participación) y las 10 horas de “anhelante procesión”, tan esperada por la familia.
Lo malo de todo esto, es que estamos trasladando a los más jóvenes, este tipo de vida que no nos lleva a ninguna parte. Merece la pena que pensemos un poco y nos replanteemos mejorar nuestra calidad de vida, y esta empieza por saber disfrutar de todo lo que hacemos sabiendo porque lo hacemos.
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