SÍNDROME POSTVACACIONAL
Tras acabar las vacaciones y ante el reinicio del trabajo y la vuelta al cole, vuelve a hablarse del dichoso “síndrome postvacacional”, ocupando el lugar que en su día dejo el temido “hombre del saco”.
Todos somos conscientes que tras un periodo de descanso, más o menos largo, al volver a las ocupaciones diarias, se necesitan un par de días para volver a coger el ritmo normal, algo comprensible pues nos hemos acostumbrado a un horario más relajado y con menos tensión.
Hasta aquí todo normal, lo que resulta llamativo es la excesiva importancia que nuestra sociedad está dedicando a ese periodo de aclimatación, al que se le denomina con el pomposo nombre de “síndrome”, y al que psicólogos y sociólogos le dedican horas y horas de estudio, elaborando estadísticas y llenando sus consultas de miles de afectados. Sin mencionar el tiempo que le dedican los medios de comunicación.
Ante todo esto, uno se pregunta, si no estamos errando el tiro y al trabajo se le está considerando un mal, que debemos soportar durante 11 meses al año. Desde luego con este planteamiento no resulta extraño que haya personas que sufran este síndrome y vivan angustiadas ante esta situación, lo cual llevado al extremo se retroalimenta con el “síndrome del lunes”, es decir aquellos que el domingo por la tarde, se traumatizan con el inicio de la jornada semanal.
Resultaría más lógico, natural y “humano”, considerar al trabajo, como lo que es: la grata labor de contribuir al bien social, compartiendo tu tarea con compañeros, sirviendo como medio de sostener a la familia (mediante su justa retribución económica), además de realizarla con miras más altas. Hemos de procurar disfrutar de nuestro trabajo profesional y no verlo como algo negativo e insoportable, cuya sola mención produce ansiedad.
Todos somos conscientes que tras un periodo de descanso, más o menos largo, al volver a las ocupaciones diarias, se necesitan un par de días para volver a coger el ritmo normal, algo comprensible pues nos hemos acostumbrado a un horario más relajado y con menos tensión.
Hasta aquí todo normal, lo que resulta llamativo es la excesiva importancia que nuestra sociedad está dedicando a ese periodo de aclimatación, al que se le denomina con el pomposo nombre de “síndrome”, y al que psicólogos y sociólogos le dedican horas y horas de estudio, elaborando estadísticas y llenando sus consultas de miles de afectados. Sin mencionar el tiempo que le dedican los medios de comunicación.
Ante todo esto, uno se pregunta, si no estamos errando el tiro y al trabajo se le está considerando un mal, que debemos soportar durante 11 meses al año. Desde luego con este planteamiento no resulta extraño que haya personas que sufran este síndrome y vivan angustiadas ante esta situación, lo cual llevado al extremo se retroalimenta con el “síndrome del lunes”, es decir aquellos que el domingo por la tarde, se traumatizan con el inicio de la jornada semanal.
Resultaría más lógico, natural y “humano”, considerar al trabajo, como lo que es: la grata labor de contribuir al bien social, compartiendo tu tarea con compañeros, sirviendo como medio de sostener a la familia (mediante su justa retribución económica), además de realizarla con miras más altas. Hemos de procurar disfrutar de nuestro trabajo profesional y no verlo como algo negativo e insoportable, cuya sola mención produce ansiedad.
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