¿TIENES CLAVE DE ACCESO?
Nuestro protagonista al llegar a su oficina y sentarse enfrente de su ordenador, tuvo que repetir 3 veces la contraseña de acceso y pensó: -“¡uff, la memoria me está empezando a fallar!”.
A la media hora se levantó para hacer una fotocopia, pero al llegar a la fotocopiadora, le entró un sudor frío, pues se dio cuenta que había olvidado la clave personal para poder usarla, menos mal que había un compañero y le pidió el favor de que se la hiciera.
Sobre el mediodía se dirigió a la sala de reuniones, pues había junta de trabajo de su sección, pero al poner el maletín en la mesa, tuvo un pequeño shock al mirar el dispositivo numérico que tenía que indicar, para poder abrirlo, pero era un ejecutivo de recursos y pensó en llamar a su secretaria, ya que recordó que una vez se lo dijo, pero al coger el móvil para llamarla, se percató que se había olvidado de la clave que desbloqueaba el teléfono, pero nuestro protagonista era un hombre impasible al desaliento y sacó su agenda electrónica (ya que quizás esta clave, la podía tener recogida en alguna parte), pero ¡horror, no se acordaba de la contraseña de la agenda!.
En estos momentos se acordó con un rictus de indignación, del consejo que le dio un amigo: “No se te ocurra poner la misma contraseña en todos tus accesos, pues si alguien la descubre, te tendrá pillado. En cada aparato pon una clave distinta y no se la digas a nadie”.
A la hora del almuerzo tuvo que tomarse un bocadillo en un bar, ya que al ir al comedor de la empresa, no pudo recordar la contraseña de la puerta de entrada. Tal como se estaba poniendo el día, pidió permiso para irse a su casa, pero al llegar a la misma no pudo entrar, pues no pudo desconectar la alarma, al no recordar ni remotamente la clave. Se sentó en la escalera, al lado de la puerta, con las manos en la cabeza.
A las dos horas aparecieron su mujer y su hijo de 7 años, al verle sentado le preguntaron qué le pasaba, - “Nada, he tenido un mal día”, y al ir a abrazar a su hijo, este le sujetó los brazos y le dijo, con una voz metálica y una sonrisa cibernética: “Para abrazarme tienes que introducir la clave del día (señalando un mecanismo al lado de la nuca)”...
Nuestro protagonista sintió que su mujer le estaba hablando, al tiempo de tocarle la cara: “Despierta, me parece que has tenido una pesadilla, por cierto hoy vendrá un técnico a poner una clave de acceso al microondas”.
A la media hora se levantó para hacer una fotocopia, pero al llegar a la fotocopiadora, le entró un sudor frío, pues se dio cuenta que había olvidado la clave personal para poder usarla, menos mal que había un compañero y le pidió el favor de que se la hiciera.
Sobre el mediodía se dirigió a la sala de reuniones, pues había junta de trabajo de su sección, pero al poner el maletín en la mesa, tuvo un pequeño shock al mirar el dispositivo numérico que tenía que indicar, para poder abrirlo, pero era un ejecutivo de recursos y pensó en llamar a su secretaria, ya que recordó que una vez se lo dijo, pero al coger el móvil para llamarla, se percató que se había olvidado de la clave que desbloqueaba el teléfono, pero nuestro protagonista era un hombre impasible al desaliento y sacó su agenda electrónica (ya que quizás esta clave, la podía tener recogida en alguna parte), pero ¡horror, no se acordaba de la contraseña de la agenda!.
En estos momentos se acordó con un rictus de indignación, del consejo que le dio un amigo: “No se te ocurra poner la misma contraseña en todos tus accesos, pues si alguien la descubre, te tendrá pillado. En cada aparato pon una clave distinta y no se la digas a nadie”.
A la hora del almuerzo tuvo que tomarse un bocadillo en un bar, ya que al ir al comedor de la empresa, no pudo recordar la contraseña de la puerta de entrada. Tal como se estaba poniendo el día, pidió permiso para irse a su casa, pero al llegar a la misma no pudo entrar, pues no pudo desconectar la alarma, al no recordar ni remotamente la clave. Se sentó en la escalera, al lado de la puerta, con las manos en la cabeza.
A las dos horas aparecieron su mujer y su hijo de 7 años, al verle sentado le preguntaron qué le pasaba, - “Nada, he tenido un mal día”, y al ir a abrazar a su hijo, este le sujetó los brazos y le dijo, con una voz metálica y una sonrisa cibernética: “Para abrazarme tienes que introducir la clave del día (señalando un mecanismo al lado de la nuca)”...
Nuestro protagonista sintió que su mujer le estaba hablando, al tiempo de tocarle la cara: “Despierta, me parece que has tenido una pesadilla, por cierto hoy vendrá un técnico a poner una clave de acceso al microondas”.
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