Hay quien dijo hace tiempo que la juventud no es más que una enfermedad que se pasa con el tiempo, y esta frase tiene su razón de ser si contraponemos juventud a madurez, y aun así, podemos comprobar que no siempre es cierta, pues como también se dice: la juventud no está en la edad sino en el interior de cada uno, todos hemos de esforzarnos por sentirnos jóvenes, aunque los años nos digan lo contrario.
De todas formas en este artículo me ceñiré a lo que propiamente llamamos juventud, las personas de 18 a 23 años, los que dentro de unos años serán los futuros líderes políticos, los nuevos catedráticos universitarios, los científicos del mañana, los nuevos cuadros directivos... o los que pasarán sin pena ni gloria, dejándose llevar por su indiferentismo y pasotismo.
Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo, dadme un corazón joven y cambiaré el mundo.
Siempre se ha dicho que la juventud es el periodo de las grande ilusiones y de las esperanzas casi irrealizables (esos deseos imposibles de cumplir), quién sino los jóvenes pueden soñar en cambiar este mundo nuestro, en un mundo en el que no hay guerras, no exista el narcotráfico, desaparezcan los rencores... en fin, sea un mundo más humano. Por eso, que daño hacemos cuando llamamos a los jóvenes ilusos, cortándoles de raíz, esos proyectos que empiezan a germinar.
Pero, ¿es la juventud una edad de ilusiones o, por el contrario, la juventud actual está desilusionada?.
Según las informaciones que uno va recibiendo, los jóvenes españoles son cada vez más solidarios, generosos y tolerantes, y todo esto nos lleva a un número cada vez más alto de jóvenes, que se incorporan a labores de voluntariado, dedicando generosamente su tiempo (en algunos casos incluso su dinero), en las numerosas ONGs que existen en nuestro país, muchas de ellas con proyección internacional (por si interesa, la Comunidad de Madrid edita mensualmente la revista Voluntarios de Madrid, distribuyéndose gratuitamente, teléfono 900 444 555). A muchos jóvenes dedican los fines de semana, o un par de tardes a la semana a: atender niños abandonados, ancianos, niños con síndrome de Down, minorías étnicas, emigrantes, etc, les parece lo más normal del mundo. Copio dos líneas de la carta que me ha escrito Miguel, un jóven de 22 años (acabó hace 3 años FP II Informática en un colegio de Vallecas, y actualmente es Diplomado en Ciencias Empresariales), que en agosto se ha marchado a Perú, para ayudar durante un año a la formación de niños en unos poblados cerca de Cuzco: “después una semana de trabajo, los fines de semana descanso y me voy a los pueblos de los Andes, para llevarles alimentos, ropas y medicinas. En algunas ocasiones no se puede ir con el coche, así que tenemos que ir a pie o a caballo”
La ilusión es la esperanza de los jóvenes, no la marchitemos con nuestra indiferencia, que a veces se traduce en la frase: ¡que juventud!
Me parece que los jóvenes nos están enseñando cuál es la mejor inversión que podemos hacer con nuestro tiempo.
En España, cerca del 90 % de los jóvenes, viven con sus padres, y en general se puede decir, que no existen los problemas generacionales de décadas pasadas. Por esa vinculación a la familia, ven en sus padres el modelo de familia a formar, pensando en el matrimonio por la iglesia (cerca del 80 % se declaran católicos), como el cauce normal para enfocar esa familia, bien es verdad que esa idea con el paso de los años se va distorsionando en algunos de estos jóvenes.
Los jóvenes de nuestros días leen bastante menos los periódicos, oyen menos la radio y ven muchas más horas la televisión, según los datos, como media ven unas dos horas y media diarias de programación televisiva, y a nadie se nos escapa que en estos momentos, a pesar de tener más amplia oferta televisiva que hace varias décadas, la calidad moral de los programas no ha tenido el mismo incremento, sino todo lo contrario, por lo que la influencia en los comportamientos morales se nota claramente, sobre todo a partir de los 23 ó 24 años, cuando se empiezan a establecer los noviazgos (“relaciones de pareja” se dice hoy día).
La mayor parte de los jóvenes valora la fidelidad matrimonial y la lealtad con los amigos
Nuestros jóvenes se decantan por la economía capitalista, con clara tendencia de la empresa privada, pero una nota clara, es el creciente consumismo, que nuestra sociedad expande continuamente, y la adquisición de una serie de bienes, que en otra época nos hubiera parecido un lujo, hoy día es normal en nuestros jóvenes: motos, coches (aunque sea el de papá), prendas deportivas de marca, ropa de diseñadores extranjeros, etc. Si bien los jóvenes, saben exigir y hacer valer sus derechos, sabiéndose consumidores bien informados.
A las puertas del año 2000, los jóvenes españoles están desideologizados políticamente, quizá nos están enseñando que para hacer o servir en política, no hace falta estar politizados, que no quiere decir que no saben comprometerse. En el terreno laboral, aunque es un sector con una fuerte tasa de paro, y son muchos los que buscan el primer empleo, no aceptan fácilmente el primero que se les ofrece.
Volviendo al título del artículo, uno se pregunta cuál es la verdadera ilusión de la juventud, la respuesta no es fácil, pero el otro día comentando con varias personas el telediario de ese mismo día, en el que se sucedían noticias a cual más trágica y dramática, los jóvenes del grupo comentaron, que no podíamos quedarnos tranquilos viendo como se comentan las noticias con tanta frivolidad y frialdad, y que ellos como personas no se podían sentir indiferentes, como quizá uno se va sintiendo con el paso de los años. Por eso los valores que se deben promover entre los jóvenes, parten de la propia concepción de su grandeza como personas, haciéndoles ensanchar sus grandes ideales, basados en una visión transcendente de la vida, tales como: solidaridad, tolerancia, generosidad, trabajo bien hecho, servicio a los demás...
Es evidente que estos grandes ideales, no aparecen de repente en un momento, sino que hay que fomentarlos desde mucho antes de la juventud, por eso la función primordial de los padres como principales educadores de sus hijos, tiene una importancia tal, que como dice una canción nigeriana: los hijos son el reflejo de los padres. A nadie que este metido en funciones docentes y educativas, se nos escapa, que hoy día la familia está sufriendo continuos ataques, que dificultan y hacen complicada la labor de padres, por eso es necesario que tengan claro, que su principal negocio es la educación de sus hijos, y que como en muchas facetas de la vida, en esta también se necesita ayuda: experiencia de los abuelos, libros y revistas especializadas, cursos de formación familiar, etc., y así fomentarán los grandes y buenos ideales en sus hijos.