FORO XXI

Este Blog sirve como medio de comunicación y debate, en todos aquellos asuntos que requieren la atención del hombre y de la mujer del siglo XXI. Los comentarios que se viertan en las distintas cuestiones abordadas, respetando siempre a las personas que los hagan, servirán para el enriquecimiento de todos. Se pondrán los medios necesarios, para que los diversos idiomas de los participantes, no sean obstáculo para conseguir la mayor difusión de estos coloquios.

Friday, April 02, 2004

¿CRISIS DEL MATRIMONIO?

A veces, cuanto más se habla de algo es cuando más se debe reflexionar sobre el porqué de esa mayor frecuencia, pues no siempre los motivos están claramente definidos.

Y esto es lo que sucede cuando algunos se hacen eco de la frase: “el matrimonio está en crisis”, pero realmente ¿el matrimonio está en crisis?.

Para responder a la pregunta, primero debemos poner en la mesa el proceso de desjuridificación del matrimonio, por el que se han difuminado los derechos y deberes conyugales, perdiéndose la objetividad jurídica y quedando todo a merced de la subjetividad de los propios cónyuges. Es decir, el Estado ha decidido que no tiene potestad para velar por el cumplimiento de las normas jurídicas, dejando el matrimonio exclusivamente en la intimidad personal del individuo.

Como bien sabemos esta desjuridificación del matrimonio tiene sus antecedentes en la promulgación de leyes para la aprobación del divorcio, en las décadas de los años 70 y 80 (en España se aprobó la ley del divorcio en 1981).

Desde el punto de vista jurídico se entiende lo anterior, al comprobar como la desinstitucionalización del matrimonio, viene reafirmada por los siguientes hechos: pérdida de importancia de los impedimentos para contraerlo, despenalización del adulterio (supresión de obligaciones), posibilidad de su desvinculación a través del divorcio, uso de la sexualidad fuera de su fin natural, etc.

Con esta debilitamiento de la normatividad, se llega a una sociedad ingenuamente tolerante, sin normas, y que acepta la coexistencia de varios tipos de organización social y de conductas culturales, que dejan la vida matrimonial arrinconada a la vida íntima de los individuos.

Como afirma el sociólogo francés, Alain Touraine: “En consecuencia ya no sería en términos institucionales como definimos una situación familiar, sino más bien en términos de comunicación entre los miembros y hasta de reconocimiento de los derechos e intereses personales de cada uno de ellos”.

Y con esto, se introduce en nuestras vidas, la sutil maniobra de este proceso desinstitucionalizador, pues el matrimonio no depende de la “voluntad jurídica” del Estado, ni la vida matrimonial del grado de “satisfacción personal”de los cónyuges.

Y esto nos lleva a responder a la pregunta sobre la crisis del matrimonio, a la que algunos responden que por supuesto el matrimonio está en crisis, y se apoyan en las tasas de divorcio, como argumento incuestionable de la desintegración familiar. Pero utilizando ese mismo argumento, observamos que esas personas divorciadas, en muy poco tiempo vuelven a contraer matrimonio, por tanto esa decisión de volver a casarse echa por tierra la crisis del matrimonio, ¿no será más bien una crisis moral, la que existe en nuestra sociedad?.

La autorrealización, la búsqueda de la felicidad individual a toda costa y el deseo de placer por encima de cualquier otra consideración, han chocado brutalmente con los intereses familiares, y ante el mínimo sentimiento de infelicidad, se vuelve la cara hacia otro lado, para seguir en esa anhelante búsqueda.

Hemos pasado a permitir conductas que hasta este momento eran consideradas inmorales, pero que también eran prohibidas por la ley, las costumbres y las convenciones sociales.

Queda claro que el matrimonio no está en crisis, la crisis está en otra parte.

Thursday, April 01, 2004

ADOPTAR NO ES IR DE COMPRAS

Nadie puede reclamar el derecho a adoptar, por eso se debe hablar más bien, de las personas que tienen la posibilidad de adoptar, tal como recoge el artículo 175 del Código Civil.

En la misma línea, tampoco se puede afirmar que alguien tenga el derecho a ser adoptado, pues ese derecho no puede ser ejercido ante alguien en concreto, es decir, nadie está obligado a adoptar.

Indudablemente la adopción es una institución de protección de menores, recogida en el Código Civil, pero más allá de esta consideración, con esta figura se intenta proporcionar a los menores el ambiente familiar adecuado para su desarrollo personal.

Precisamente para conseguir ese ambiente familiar adecuado, el propio Código Civil establece una serie de criterios, como por ejemplo el que exista una diferencia de edad entre adoptante y adoptado, de al menos 14 años, pues se tiene en cuenta la edad en la que se inicia la fertilidad humana (en torno a los 12-14 años).

De hecho este es uno de los muchos argumentos en contra de la adopción por homosexuales, pues como afirma la “ratio legis”: lo que no es posible por naturaleza no ha de ser posible por adopción.

Así mismo, la adopción instaura la relación paterno-filial (con las consecuencias jurídicas propias de toda filiación), y porque la adopción es filiación (artículo 108 del Código Civil), la adopción por homosexuales es jurídicamente imposible. No se puede instaurar un vínculo de filiación simultáneamente con dos personas del mismo sexo, si en la naturaleza no es posible tener dos padres, en la filiación por adopción, tampoco.

No se duda de la buena voluntad de una pareja homosexual que quisiera adoptar un niño, pero más que valorar la buena voluntad de esos adultos, debemos mirar al niño y su adecuado desarrollo integral, que es el verdadero protagonista. Como ha quedado recogido al principio, nadie tiene derecho a adoptar.

A veces nos cuesta entender las cosas, pero debemos mirar con cierta humildad que no podemos ir contra la realidad natural, por ejemplo un varón, por más que se empeñe, nunca podrá concebir un niño. Hace años un alumno me preguntó, por qué una persona no tiene escamas, al decirle que en la naturaleza del hombre no figura esa constitución orgánica, no quedó satisfecho y se propuso buscar el primer hombre del mundo con escamas. Todavía lo está buscando.

SOLOS EN CASA

Todos nos hemos reído con las aventuras del protagonista de las distintas partes de la película “Solo en casa”.

Aunque el título puede confundir, no se refiere a que sea un hijo único, sino todo lo contrario, pertenece a una familia numerosa, que por distintas peripecias, acaban dejando solo al protagonista, quien se defiende de unos “torpes delincuentes”, mientras anhela el momento de reencontrarse con toda su familia.

Pero este título de ficción hoy es una realidad, y tras leer la interesante entrevista realizada por la periodista Marina Corradi al Doctor Giovanni Bolea (Decano de los neuropsiquiatras infantiles de Italia) en el Diario Avvenire, el pasado 31 de enero, no podemos menos de reflexionar sobre este frecuente hecho.

Comenta este doctor, el creciente fenómeno que se está produciendo entre estos niños, que en sus juegos diarios incorporan al hermanito que no tienen, hablan con él y le hacen partícipe de sus íntimos secretos.

Alguien puede argumentar, que de una u otra manera, todos hemos tenido en nuestra infancia algún amigo invisible, pero los actuales diagnósticos de especialistas inciden que a diferencia de épocas pasadas, donde este fenómeno no dejaba de ser producto de una imaginación infantil en pleno desarrollo, hoy día obedece a un fuerte sentimiento de soledad, ahogado muchas veces por las numerosas horas pasadas frente al televisor, el ordenador, la play-station o la game-boy, pero que acaba por salir a la superficie.

Ante la preocupación de los padres, que buscan en las medicinas o en complejos tratamientos, el remedio a la situación de su hijo, el Doctor Bolea, recomienda que ese tratamiento más bien debe aplicarse a los padres, por considerar como enfermo a su hijo, ya que este sólo sueña con un hermano con el que jugar, pelearse y compartir las aventuras de un día cualquiera.

JÓVENES CON ILUSIONES

Hay quien dijo hace tiempo que la juventud no es más que una enfermedad que se pasa con el tiempo, y esta frase tiene su razón de ser si contraponemos juventud a madurez, y aun así, podemos comprobar que no siempre es cierta, pues como también se dice: la juventud no está en la edad sino en el interior de cada uno, todos hemos de esforzarnos por sentirnos jóvenes, aunque los años nos digan lo contrario.

De todas formas en este artículo me ceñiré a lo que propiamente llamamos juventud, las personas de 18 a 23 años, los que dentro de unos años serán los futuros líderes políticos, los nuevos catedráticos universitarios, los científicos del mañana, los nuevos cuadros directivos... o los que pasarán sin pena ni gloria, dejándose llevar por su indiferentismo y pasotismo.


Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo, dadme un corazón joven y cambiaré el mundo.

Siempre se ha dicho que la juventud es el periodo de las grande ilusiones y de las esperanzas casi irrealizables (esos deseos imposibles de cumplir), quién sino los jóvenes pueden soñar en cambiar este mundo nuestro, en un mundo en el que no hay guerras, no exista el narcotráfico, desaparezcan los rencores... en fin, sea un mundo más humano. Por eso, que daño hacemos cuando llamamos a los jóvenes ilusos, cortándoles de raíz, esos proyectos que empiezan a germinar.

Pero, ¿es la juventud una edad de ilusiones o, por el contrario, la juventud actual está desilusionada?.

Según las informaciones que uno va recibiendo, los jóvenes españoles son cada vez más solidarios, generosos y tolerantes, y todo esto nos lleva a un número cada vez más alto de jóvenes, que se incorporan a labores de voluntariado, dedicando generosamente su tiempo (en algunos casos incluso su dinero), en las numerosas ONGs que existen en nuestro país, muchas de ellas con proyección internacional (por si interesa, la Comunidad de Madrid edita mensualmente la revista Voluntarios de Madrid, distribuyéndose gratuitamente, teléfono 900 444 555). A muchos jóvenes dedican los fines de semana, o un par de tardes a la semana a: atender niños abandonados, ancianos, niños con síndrome de Down, minorías étnicas, emigrantes, etc, les parece lo más normal del mundo. Copio dos líneas de la carta que me ha escrito Miguel, un jóven de 22 años (acabó hace 3 años FP II Informática en un colegio de Vallecas, y actualmente es Diplomado en Ciencias Empresariales), que en agosto se ha marchado a Perú, para ayudar durante un año a la formación de niños en unos poblados cerca de Cuzco: “después una semana de trabajo, los fines de semana descanso y me voy a los pueblos de los Andes, para llevarles alimentos, ropas y medicinas. En algunas ocasiones no se puede ir con el coche, así que tenemos que ir a pie o a caballo”


La ilusión es la esperanza de los jóvenes, no la marchitemos con nuestra indiferencia, que a veces se traduce en la frase: ¡que juventud!

Me parece que los jóvenes nos están enseñando cuál es la mejor inversión que podemos hacer con nuestro tiempo.

En España, cerca del 90 % de los jóvenes, viven con sus padres, y en general se puede decir, que no existen los problemas generacionales de décadas pasadas. Por esa vinculación a la familia, ven en sus padres el modelo de familia a formar, pensando en el matrimonio por la iglesia (cerca del 80 % se declaran católicos), como el cauce normal para enfocar esa familia, bien es verdad que esa idea con el paso de los años se va distorsionando en algunos de estos jóvenes.

Los jóvenes de nuestros días leen bastante menos los periódicos, oyen menos la radio y ven muchas más horas la televisión, según los datos, como media ven unas dos horas y media diarias de programación televisiva, y a nadie se nos escapa que en estos momentos, a pesar de tener más amplia oferta televisiva que hace varias décadas, la calidad moral de los programas no ha tenido el mismo incremento, sino todo lo contrario, por lo que la influencia en los comportamientos morales se nota claramente, sobre todo a partir de los 23 ó 24 años, cuando se empiezan a establecer los noviazgos (“relaciones de pareja” se dice hoy día).

La mayor parte de los jóvenes valora la fidelidad matrimonial y la lealtad con los amigos

Nuestros jóvenes se decantan por la economía capitalista, con clara tendencia de la empresa privada, pero una nota clara, es el creciente consumismo, que nuestra sociedad expande continuamente, y la adquisición de una serie de bienes, que en otra época nos hubiera parecido un lujo, hoy día es normal en nuestros jóvenes: motos, coches (aunque sea el de papá), prendas deportivas de marca, ropa de diseñadores extranjeros, etc. Si bien los jóvenes, saben exigir y hacer valer sus derechos, sabiéndose consumidores bien informados.

A las puertas del año 2000, los jóvenes españoles están desideologizados políticamente, quizá nos están enseñando que para hacer o servir en política, no hace falta estar politizados, que no quiere decir que no saben comprometerse. En el terreno laboral, aunque es un sector con una fuerte tasa de paro, y son muchos los que buscan el primer empleo, no aceptan fácilmente el primero que se les ofrece.

Volviendo al título del artículo, uno se pregunta cuál es la verdadera ilusión de la juventud, la respuesta no es fácil, pero el otro día comentando con varias personas el telediario de ese mismo día, en el que se sucedían noticias a cual más trágica y dramática, los jóvenes del grupo comentaron, que no podíamos quedarnos tranquilos viendo como se comentan las noticias con tanta frivolidad y frialdad, y que ellos como personas no se podían sentir indiferentes, como quizá uno se va sintiendo con el paso de los años. Por eso los valores que se deben promover entre los jóvenes, parten de la propia concepción de su grandeza como personas, haciéndoles ensanchar sus grandes ideales, basados en una visión transcendente de la vida, tales como: solidaridad, tolerancia, generosidad, trabajo bien hecho, servicio a los demás...

Es evidente que estos grandes ideales, no aparecen de repente en un momento, sino que hay que fomentarlos desde mucho antes de la juventud, por eso la función primordial de los padres como principales educadores de sus hijos, tiene una importancia tal, que como dice una canción nigeriana: los hijos son el reflejo de los padres. A nadie que este metido en funciones docentes y educativas, se nos escapa, que hoy día la familia está sufriendo continuos ataques, que dificultan y hacen complicada la labor de padres, por eso es necesario que tengan claro, que su principal negocio es la educación de sus hijos, y que como en muchas facetas de la vida, en esta también se necesita ayuda: experiencia de los abuelos, libros y revistas especializadas, cursos de formación familiar, etc., y así fomentarán los grandes y buenos ideales en sus hijos.

NATALIDAD Y FECUNDIDAD

A pesar del ligerísimo repunte que se ha observado recientemente en el Índice Sintético de Fecundidad en España (1,26), sigue siendo el más bajo de Europa (en el año 1996 era del 1,17), además de encontrarse bastante lejos del 2,1, necesario para el reemplazo generacional, que es el número mínimo de hijos que una pareja ha de tener, para verse reemplazada en la siguiente generación.

Esto va unido asimismo, al séptimo puesto mundial que ocupamos, como país con una población más envejecida.

Por cierto, y ante las continuos errores que se observan en los medios de comunicación, a la hora de informar de estos datos demográficos, conviene hacer unas precisiones, para saber encuadrar los datos que se nos ofrecen.

Natalidad, fecundidad y fertilidad son conceptos distintos que pueden dar lugar a confusión. Natalidad es la frecuencia de los nacimientos producidos en el conjunto de una población determinada, y por tanto relaciona dos cantidades numéricas, nacimientos con personas que forman parte de esa población. Por tanto indica, los nacimientos habidos en una población determinada, por cada mil habitantes, y su cálculo se denomina Tasa Bruta de Natalidad.

Fecundidad es la frecuencia de nacimientos de una población concreta, pero identificando a la población que puede experimentarlos, es decir relaciona el número de nacimientos con el número de mujeres en edad de procrear. Por tanto recoge el número de nacimientos de esa población por cada mil mujeres en edad fértil (entre 15 y 49 años), y su cálculo se denomina Tasa General de Fecundidad. El Índice Sintético de Fecundidad es el mejor indicador, pues refleja el número medio de hijos por mujer, durante su vida fértil.

Fertilidad corresponde a la aptitud biológica de procrear. Es decir, una mujer fecunda es también fértil, pero una mujer fértil no será nunca fecunda si no tiene hijos. Fecundidad y fertilidad se confunden fácilmente, especialmente por la confusión de la lengua inglesa, y su inversión de términos: fertility (es fecundidad) y fecundity (es fertilidad).

De toda forma, poco importan los conceptos, si como sucede en nuestro país, pocos son los niños que vemos jugar en nuestros parques. Es esclarecedor y muy enriquecedor leer con tranquilidad el Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España, que aborda con valentía, oportunidad y optimismo la actual situación del matrimonio y la familia en nuestro país.

INTERNET Y FAMILIA

En la actualidad nadie puede dudar de los beneficios que nos ha reportado el uso de las nuevas tecnologías, por ejemplo gracias a Internet se nos informa en tiempo real de todo tipo de noticias, podemos intervenir en foros de los temás más variados, se ponen a nuestro alcance infinidad de conocimientos con sólo introducirnos en las webs correspondientes, se puede comprar desde nuestra casa, podemos realizar cursos a distancia, etc., sin ir más lejos este artículo lo he remitido por correo electrónico en apenas 10 segundos, con el consiguiente ahorro de tiempo y dinero, que hubiera tenido que emplear al imprimir el documento, comprar un sobre y los sellos correspondientes, además de llevarlo a la oficina de correos más próxima.

Después de este breve resumen de algunas de las ventajas de Internet (hay muchas más), me parece que sería necesario reflexionar un poco sobre los aspectos menos positivos, en el uso de esta herramienta.

En concreto, me gustaría aprovechar este artículo para comentar, el papel que Internet está desempeñando hoy día en la familia, si bien es cierto que gracias a esta nueva tecnología se facilita la “comunicación” con personas a miles de km. de distancia, habría que preguntarse si por otra parte nos aleja de la familia.

Con referencia a “la comunicación” con personas a tantos km. de distancia, sólo esbozar que (ya habrá tiempo para otro artículo con mayor profundidad), y pongo entre comillas esa comunicación, no es del todo una verdadera relación (bien es cierto que puede facilitarla y de hecho en algunas ocasiones se produce), pero tiene notables carencias, las cuales ya han producido más de un problema y desagradables sorpresas, en personas que han actuado de buena fe.

En cuanto a la influencia que tiene sobre la relación con la propia familia, si se puede observar de una forma más cercana y notoria su influencia.

En estos últimos años se puede decir que la compra de un ordenador para los hijos, se ha convertido en algo corriente, tanto es así que lo llamativo es que no haya ordenador en casa. Pero lo que en principio se compró como herramienta para ayudar en la realización de trabajos escolares, se ha ido ampliando con: juegos variados, ver películas, descargar canciones, entrar en foros con personas de otros países, etc. Y evidentemente, el tiempo que se está enfrente de la pantalla ha aumentado considerablemente (sería interesante contar con datos actuales sobre la media de tiempo semanal que dedican los jóvenes al uso del ordenador).

Y esto lleva a la paradoja de que la relación comunicativa en la familia se está deteriorando en estos últimos años. Por ejemplo, me contaba hace poco un matrimonio, que en su casa al terminar de cenar, mientras ellos se quedan viendo la televisión en la sala de estar, sus dos hijos (de 11 y 13 años) se retiran a sus habitaciones, para jugar al ordenador.

No debemos perder de vista que la familia es el lugar privilegiado para la convivencia entre generaciones, donde especialmente deben integrarse y desarrollarse en armonía los más jóvenes. Y para esto se necesita tiempo, pero no un tiempo compartido con terceros (en este caso Internet), sino un tiempo en exclusiva.